THE AIRCRAFT CARRIER

They’ll get over it
They’ll get tired of it
They’ll get sick of it
Maybe they’re already sick of it

And if they don’t get over it
And if they don’t get tired of it
And if they don’t get sick of it
And if they aren’t already sick of it

Then it’s only a matter of time
They’ll come around
They ought to come around
Maybe they already have

What’s there to understand?
These are our faucets
These are our ashtrays
This is our hot hummus
These are our speed limit signs
Written in our own, decimal language

If they don’t get off the ledge
We’ll bring them down from the ledge
And then we’ll bring down the ledge
If they don’t climb down from their ladder
We’ll get them off the ladder
And then we’ll break the ladder

And from the shards
We’ll build an aircraft carrier
With 101 brass cannons
And 101 stainless steel Mirage planes
And 101 atomic missiles
And at the bow
Will stand a man who used to be thin
And handsome and read philosophy books
And is now fat and tired
Such a fat man
Fatter than anyone you’ve ever seen
All fat and oily
Even his nose, his skull, his neck, and his armpit hair
Which he scrubs with oily hair shampoo
So oily!
So fat!
That he can’t even fit in the bridge
But the carrier is so big that somehow it manages.
So oily!
So fat!
That no one can even tickle him.

He sways slowly across the deck, watching the flying fish against first sunlight, and says:
They’ll get over it
They’ll get tired of it
It’s only a matter of time

Ya se les pasará.
Ya se hartarán de todo ello.
Se cansarán.
Quizás se hayan ya cansado.

Y si no se les pasa.
Y si no se hartan de todo ello.
Si no se cansan.
Si no se han cansado todavía.

Entonces es sólo cuestión de tiempo.
Se convencerán.
Les convendrá convencerse.
Quizás ya se hayan convencido.

¿Qué hay que entender aquí?
Estos son nuestros grifos.
Estos son nuestros ceniceros.
Aquél, nuestro hummus caliente.
Estas, nuestras señales de límite de velocidad
escritas en nuestra lengua, decimal.

Si no han descendido del árbol,
los bajaremos del árbol
y tiraremos abajo el árbol.
Si no han descendido de la escalera,
les bajaremos de la escalera
y tiraremos la escalera
y quebraremos la escalera.

Y, con sus trozos,
construiremos un portaviones,
con 101 cañones de latón,
con 101 aviones Mirage de acero,
con 101 misiles atómicos.
Y, encabezando el transportador de aviones,
pondremos de pie a un hombre que solía ser delgado
y guapo, y que solía leer a Yeshayahu Leibowitz,
en los cuadernillos de la Universidad Difundida
y ahora está gordo y cansado,
un hombre tan gordo,
el más gordo que hayáis visto,
todo él es grasa,
también la nariz, el cráneo, el cuello y el vello de las axilas,
que él lava con champú para cabello graso.
¡Tan gordo!
¡Tan gordo!
Tanto que no puede ni entrar en la cabina de mandos,
pero el barco gigante es tan grande que logra arreglárselas de alguna forma.
¡Tan gordo!
¡Tan gordo!
Que nadie puede hacerle cosquillas.

Y él se tambalea con lentitud sobre la cubierta, observa los peces aleteando frente a la primera luz del sol y dice:
«Ya se les pasará.
Ya se hartarán de todo esto:
es sólo cuestión de tiempo».